Homenaje a Jorge Alberto Naranjo

REVISTA DE EXTENSIÓN CULTURAL N° 64
UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA  
SEDE MEDELLÍN





EL RECUERDO DE UNA INFLUENCIA VITAL: JORGE ALBERTO NARANJO LA PUERTA DE ACCESO AL DESPERTAR DE LA CONCIENCIA

Oscar Jaime Restrepo Baena
Profesor Titular
Departamento de Materiales y Minerales
Facultad de Minas
Universidad Nacional de Colombia
ojrestre@unal.edu.co

Resumen: En este trabajo se presenta un homenaje al profesor Jorge Alberto Naranjo haciendo un repaso de la formación académica y científica del autor, quien es actualmente se desempeña como profesor de la Universidad Nacional de Colombia, la cual fue guiada por el homenajeado. El en documento se destacan las cualidades docentes y motivadoras de la actividad científica por parte del profesor Naranjo y se reivindica con ello el legado que él dejó en toda una generación de profesionales que hoy en día ejercen en la ciudad y el país de manera exitosa. Se destaca igualmente el perfil humanista y la integralidad en el saber como características fundamentales del profesor Jorge Alberto en su quehacer. Se reivindica el a lo largo del texto la entrega y motivación del profesor Naranjo como docente y divulgador del conocimiento.


Palabras clave: Jorge Alberto Naranjo, Iniciación científica, Docencia, Integralidad, Ciencia, Filosofía, Arte


Estoy sentado frente a una hoja en blanco, tratando de dejar testimonio de una historia que me haya marcado y dejando que mis recuerdos me lleven atrás, a un pasado que no sé qué tan lejano sea, un pasado que me haga sonreír y que me produzca la alegría del recuerdo; una historia que haya dejado un surco marcado y me permita entender de alguna forma la razón por la cual soy lo que soy y me desempeño en lo que hago hoy. 


Son tantas cosas, hay tantos momentos, recuerdo a tantas personas que no es fácil enfocar esa lente que te permite el viaje en el tiempo. Sin embargo, hay algunas luces, hay claridades, hay espacios donde la mente se detiene y el foco se centra. Quizás en ello influya el presente y los intereses que hoy me marcan, los gustos que hoy tengo y el ambiente que me rodea, aquellos que hoy me acompañan y que en esos días del pasado no estaban, y también los que en aquel momento estaban y hoy no están aquí.

Todo ello llega junto. En esos momentos tengo que aclarar mis pensamientos, depurar mis recuerdos, centrar mis intereses y escoger solo aquello en lo que quiero que mi imaginación se centre, aquello con lo que pueda establecer una conexión directa sin que me saque del entorno en el que hoy me muevo y vivo.

Quiero partir contando que soy profesor de la Facultad de Minas de la Universidad Nacional de Colombia desde hace más de veinte años. No llegué a ello como producto del azar, ni porque haya sido la única opción que me dejó la vida. Fue buscado, perseguido y defendido a lo largo de los años desde que era estudiante de ingeniería en esta misma escuela de formación, o debería decir escuela de pensamiento, pues, es lo que es ese recinto, que muchos llaman con acierto Escuela de Minas.

Me pregunto ¿por qué ejerzo como profesor en esta casa de estudios? ¿qué hizo que mi formación profesional se encausara a desempeñarme como profesor? ¿Quién o qué motivó que me sumergiera en ese mundo académico, tan incierto como desprestigiado o mejor, tan poco valorado en esta sociedad motivada por el éxito rápido y medida por el monto de tus ingresos? No era ese el camino más fácil y algo pasó para que me animara a seguirlo, despertando esa pasión por el conocimiento, esa búsqueda permanente de lo que no se ve, esa inquietud inacabable de la pregunta, mayor aún que la satisfacción por el encuentro con la respuesta, ese ánimo inquebrantable de ponerse de frente al mar de incertidumbres, al vacío de certezas: esa convicción final de que lo que importa es el camino y no el destino.

Pienso en todo ello: en esa filosofía de vida, en ese entorno tan difícil de sostener a menudo, pero que me rodea permanentemente guiando mí quehacer, determinando el derrotero de mis días. ¿Cómo llegué ahí? ¿Qué lo potenció? ¿En qué momento se delineó ese camino? No tengo una respuesta única, definitiva: como es uno viene de la casa, la familia, los padres, el entorno, la formación básica, la escuela, el colegio, los amigos, el barrio, en fin, un paisaje tan variado que señalar un rasgo único, un sendero oculto, una causa única sería no sólo injusto y arbitrario sino equivocado.

Sin embargo, reconozco las diferencias de peso de los factores, el diverso calado de las influencias, el impacto inesperado de las circunstancias que han mantenido el trazo claro y firme del camino que recorro a gusto, dejándome marcar por él. Es ese el sino de esta vida académica: abrir puertas a otros, como me las abrieron a mí. Y es cosa de justicia recordar a quienes estaban haciendo de porteros, ayudando a cruzar los umbrales, tal como hoy lo intento hacer, en un movimiento perpetuo de recorrer sin repetir.

Mis recuerdos me llevan al año 1983 en la ciudad de Medellín, cuando era estudiante del Liceo Nacional Marco Fidel Suárez y estaba haciendo lo que entonces se llamaba quinto año de bachillerato y hoy décimo grado. Tengo la sensación de que quinto ya se llamaba décimo, pero todos nos negábamos a pronunciar el nuevo nombre, porque no queríamos privarnos del orgullo de sentirnos en sexto al año siguiente, máxima aspiración de cualquier colegial de esa época.

Los estudiantes del Marco Fidel, teníamos en nuestra vecina Biblioteca Pública Piloto, “La Piloto” nuestro sitio de encuentro. Allí jugábamos ajedrez, leíamos libros e historietas, hacíamos nuestra iniciación al cine de autor y, por supuesto, asistíamos a las primeras conferencias y recitales. Ese año conocí, de primera mano, a los Nadaístas en los conversatorios entre Jaime Jaramillo Escobar y Jota Mario, mientras Darío Lemus se refugiaba en su silla de ruedas sin decir una sola palabra. Vimos las películas de Bergman y Fellini y descubrimos al recién muerto Fassbinder, escuchamos en vivo a Alberto Cortez y Mario Benedetti nos envolvió con su Inventario. 

Y fue en ese entorno en el que asistí a mi primera conferencia científica. Se trataba de una disertación sobre los trabajos experimentales de Galileo Galilei, a quien habíamos estudiado en nuestras clases de Filosofía, Historia y Religión en el Marco Fidel. Aquella conferencia trataba de Física, Química, Arte, Filosofía, un universo de detalles que mi adolescencia inquieta y ávida de conocimiento nunca pudo procesar por completo. No supe si fui encantado por el personaje objeto de la charla o por el conferencista, a quien no logré diferenciar de aquél a quien se refería.

Tengo un recuerdo muy claro de la intensidad de aquella fascinación. Fue un jueves de septiembre y, durante el siguiente fin de semana, estuve pensando en una reflexión que hizo el conferencista cuando habló del agua y su relación con la expresión H2O: el agua no es H2O porque el hidrógeno y el oxígeno no te mojan y el agua moja. Que introducción tan maravillosa a la Mecánica del Medio Continuo. Ese conferencista se llamaba Jorge Alberto Naranjo, profesor de la Universidad Nacional. De él no supe nada más en ese momento.

A la semana siguiente volví a la biblioteca y busqué el nombre del profesor Naranjo. No encontré sus libros, pues al parecer no había publicado muchos en ese momento (eso vendría después). Sin embargo, su nombre aparecía de manera reiterada en otros espacios, pues lo pude ver como conferencista de literatura, de arte, de historia, de filosofía y de temas de ingeniería. ¿Quién era ese señor que dominaba temas tan diversos? ¿Cómo podía alguien hablar con propiedad sobre tantas cosas al mismo tiempo? ¿Lo hacía siempre como lo hizo cuando me tocó presenciarlo a mí en la conferencia sobre Galileo, una semana atrás?

Volví a saber del profesor Naranjo dos años después, en 1985, cuando ingresé a la Universidad Nacional como estudiante de Ingeniería de Minas y Metalurgia. Durante el primer año tuve que tomar mi primer curso de Física y, aunque el profesor Naranjo ya no hacía parte de la Facultad de Ciencias, sus vestigios se veían por doquier. En particular, sus notas sobre Mecánica circulaban entre los estudiantes. Ese mismo año asistí a una de sus conferencias, un reencuentro fundamental, pues me animé a abordarlo y hacerle algunas preguntas, a las cuales me respondió con amplitud y generosidad, abriendo la caja de sorpresas de mi curiosidad de manera definitiva. Me volví asiduo de ese profesor, incluso comencé a asistir desde el tercer semestre al curso de Mecánica de Fluidos que dictaba en la Facultad de Minas, aunque solo tendría obligación de matricularlo en el quinto semestre.

Por aquel entonces tomé el curso de Ciencia de Materiales con el profesor Luis Emilio Sánchez. Luis Emilio era un motivador inigualable y dictaba sus clases fundamentado en la Mecánica Cuántica, algo que nadie se atrevía a hacer, pues siempre se consideró entre los estudiantes que ese era un curso de transición y de paso fácil. Con Luis Emilio aquello fue otra cosa, todo un descubrimiento para mí, pues sus planteamientos eran los mismos que hacía el profesor Naranjo en sus clases. Recuerdo que cursaba estas asignaturas en 1986, cuando explotó en el aire el trasbordador espacial Challenger. Pasé horas con ambos profesores intentando una explicación, pues teníamos todas las herramientas para hacerlo. Planteamos la hipótesis de los materiales, de la velocidad de crucero, del combustible, de los flujos de corrientes parásitas, en fin. ¡Que laboratorio de conocimiento para un joven estudiante universitario!

En 1987 matriculé oficialmente el curso de Mecánica de Fluidos I, pero como ya lo había visto y aprobado, el profesor Naranjo me permitió jugar de otra manera. El reto fue traducir el libro de Li-Lam, mucho más avanzado y con un desarrollo matemático más profundo que el libro de texto oficial. Aquella estrategia me permitió manejar de una manera muy suelta el Cálculo diferencial, el Cálculo integral, las ecuaciones diferenciales y hasta el Algebra Lineal. ¡Qué maravilla todo aquello!

Ese mismo año en la sede Medellín de la Universidad Nacional tuvimos un paro largo y, por iniciativa del profesor Jorge Alberto, nos pusimos a estudiar la Ley de Stokes. Así que miramos el descenso de esferas de diferentes tamaños en distintos tipos de líquidos. Probamos champú, miel y melaza. Medimos tiempos de caída, dibujamos el rastro que dejaban las bolitas al caer y tomamos muchas fotos. Hace poco repasé con cariño esas imágenes, que dejaron una huella imborrable en mi formación. Por esa senda me acerqué al entendimiento de muchos fenómenos de la naturaleza, y fue posible gracias al impulso y la motivación del Jorge Alberto Naranjo.

La Mecánica de Fluidos fue la puerta de entrada. Una especie de bautismo para el entendimiento de los materiales, las rocas, los suelos, el aire, que se consolidó unos años después, en el curso de Mecánica del Medio Continuo que el mismo profesor Jorge Alberto inauguró en la Facultad de Minas a comienzos de los años 90. Lo asistí como invitado, pues ya había terminado mi programa académico y había comenzado a trabajar como ingeniero en una empresa de la ciudad. Para mí fue un curso fundamental, pues me permitió acceder a un entendimiento global de la mecánica de materiales durante mis estudios de posgrado en el exterior. Me inauguré como profesor de la Facultad de Minas una vez regresé al país y mi mayor orgullo profesional ha sido compartir ese curso con el profesor Naranjo. Enorme responsabilidad la que tuve con ese reto tan emocionante.

La segunda mitad de la década de los 80 fue fundamental en la producción académica del profesor Jorge Alberto. A su amplia divulgación científica de conferencias, conversatorios y notas de clase se agregaron los libros y, bajo esa modalidad, pudo compilar muchas notas que tenía acumuladas en sus archivos y que hoy están a disposición de toda la comunidad. Tuve el placer de ser testigo directo de aquella gran aventura y de compartir, de manera tangencial, ese ejercicio editorial, pues juntos tradujimos el libro “Termodinámica” de Enrico Fermi y resolvimos los ejercicios propuestos. Hoy lo sigo usando en mis clases, así como las notas del curso de introducción a la Mecánica del Medio Continuo, que no pierden vigencia.

Mantengo cercanos esos ya lejanos recuerdos porque mi agradecimiento no cesa. Haber compartido aquellos años de formación como estudiante universitario, aprendiz permanente y luego colega de Jorge Alberto Naranjo ha sido un aspecto fundamental en mi desarrollo profesional y personal. Jorge Alberto abrió mis espacios al mundo científico estudiando la física de Landau, despejó mis caminos al mundo profesional motivando que ingresara a la carrera docente y acogiéndome como colega en su curso, permitió que disfrutara del mundo literario leyendo autores antioqueños del siglo XIX y me enseñó autores que no conocía, me motivó a estudiar francés cantando las canciones de Charles Aznavour e italiano repitiendo y copiando los planos inclinados de Galileo, me inició como conferencista en “La Piloto”, mi vieja casa, cuando en 1998 me invitó a realizar una charla sobre la historia de la minería en Antioquia y, acompañado de su mano generosa, publiqué mi primer libro.

Mis visitas a su casa fueron disminuyendo en frecuencia con el paso de los años, a medida que su salud se iba desgastando, pero mi alegría al verle nunca disminuía. Fui testigo y beneficiario de su generosidad y vitalidad y sentí una gran alegría cuando una de sus hijas asistió a mi curso de Ciencia de Materiales. Sentí que era una manera de retribuirle por lo que él me había dado. Hoy el maestro no nos acompaña físicamente, pero su presencia se siente en muchas partes. Sus enseñanzas no se perderán, pues, así como hoy puedo dar testimonio de su legado, somos muchos en la ciudad y el país quienes recogieron el testigo y lo seguirán trasmitiendo a otras generaciones de estudiantes y aprendices inquietos por el conocimiento y el aprendizaje.

Gracias profesor Jorge Alberto.

Medellín, Enero de 2020

Comentarios

  1. Que bonito homenaje. Usted también profe ha marcado la vida de muchos de nosotros y por eso ha hecho honor al legado del Profesor Naranjo.

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  2. La gratitud es uno de los sentimientos que marca la grandeza de las personas, usted lo ha demostrado en su escrito, gracias por compartirnos este homenaje y por demostrar que el camino más difícil puede ser el que realmente nos alimente el alma y nos dé el aliento para seguir adelante.

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