Trabajos Sara Restrepo Maya


Una guerra de egoísmos en busca de libertad
Marzo de 2018

Muchas personas en Colombia no han tenido miedo de pelear a favor de los derechos de los menos favorecidos, a pesar de que muchas veces estos terminen perdiendo la vida en el intento, y sin importar lo indignante que esto es para la sociedad, muchos de ellos nos han dejado enseñanzas que han permitido que avancemos un poco como sociedad. Sin embargo, muchos ejemplos de intolerancia hoy en día nos muestran que, aunque en Colombia se ha logrado que la gente intente expresarse sin miedo, desde los 80”s hasta hoy, seguimos siendo una sociedad muy intolerante.

Colombia es un país que estuvo consagrado a Dios 181 de sus 217 años como nación, así que no es de sorprender el gran número de familias y leyes conservadoras que han regido al país, para la sociedad mojigata y recatada que se tenía; hasta que llegó un momento en el que algunos empezaron a abrir los ojos y a darse cuenta de la pequeña burbuja en la que nos habíamos encerrado, pero ya era tarde para lograr que todo el mundo tuviera su punto de vista, e iluso pensar que a todas estas ideas y cambios que tenían se les recibiría con los brazos abiertos.

Personajes con estas ideas causaron mucho odio y revuelo, como en el caso de Héctor Abad Gómez, médico izquierdista y de ideas liberales. En los 80”s escuchar “Yo no respiraré tranquilo hasta no ver colgado a Héctor de un árbol de la Universidad de Antioquia” (Abad Faciolince, Pag 70) era bastante normal, hoy en día la gente critica bastante cómo la sociedad se iba contra una persona solo por sus ideales políticos, cegándose así a nuevas ideas, este fue el caso de Abad Gómez, sobre el acueducto y atención a los más pobres.

Considerado un escándalo por muchos “Su manía de la igualdad y la conciencia social estaba organizando a los pobres para que hicieran la revolución, les hablaba demasiado de derechos pero muy poco de deberes” (Abad Faciolince, Pag 70) “Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión” (Declaración mundial de los derechos humanos, 1948) pero parece que estas palabras no llegaron a Colombia sino después de 1991 y que aún faltan personas por leerlas, somos un país con un historial de odio y violencia, donde para muchos “matar liberales era pecado venial” (Abad Faciolince, Pag 70).

¿Por qué recordamos las enseñanzas de alguien cuando ya no está para nosotros?”Todo el que hiciera despertar y participar a los pobres era considerado un activista peligroso que ponía en riesgo el imperturbable orden de la iglesia y de la sociedad” (Abad Faciolince, Pag 70) y algunos en el caso de Abád Gómez murieron por defender a capa y espada esa razón, nos frenamos como sociedad por razones egoístas de una guerra de ideales políticos ¿Cuántos tuvieron que morir para que entendiéramos que diferente no significa error?

Hoy en día hay menos miedo, la gente habla, protesta, escribe, y se expresa, más sin embargo seguimos siendo una sociedad tan intolerante e ignorante como años atrás, donde por querer tener siempre la razón se acusa a la gente de “violador” sin ningún argumento, donde hay concejales que opinan que “Las mujeres son como las leyes, están hechas para violarlas” (Cardona, 2017),¿ Qué podemos esperar de pensamientos tan retrógrados en este momento? Hoy hay más partidos políticos, ideas y promesas que hace 50 años, sin embargo, para muchos siempre han sido “Las mismas ideas de distinto color” (Cuadroscomparativos, 2016) ¿Qué nos asegura que algo haya cambiado y no siga la misma intolerancia habitual?

“Mi libertad termina donde empieza la del otro” (Sartre) es algo que nos inculcaron desde niños, que es nuestro ideal como sociedad, significa que a pesar de todo tengo que respetar al otro para una buena convivencia, pero no es del todo cierta y pienso que esta nos encaja mejor: “Nadie puede ser libre en una sociedad que no lo es, solo podemos ser libres en una sociedad libre. Ósea, yo sólo puedo ser libre si los demás lo son. Entonces, mi libertad no termina donde empieza la del otro, sino que se complementa con la del otro. Si yo violo la libertad del otero, también violo la mía, en cambio si yo veo la libertad del otro como complemento de la mía, entiendo que la libertad de los demás garantiza la mía” (Fuego, 2013)

Si hubiéramos entendido esto años atrás, hubiéramos evitado guerras, discusiones, muertes de inocentes y hubiéramos fomentado el desarrollo, ¿Cuándo podremos reconocer que no hay que unificarse de pensamiento para llegar a la armonía, que la diversidad es riqueza y de ahí se puede aprender?

¿Héroes o asesinos?
Abril 2017

“Quiero sabes si a quien he llorado estos 30 años sí es mi papá””Moriré pronto sin saber dónde está mi hijo””Quiero que me lo entreguen completo, si no, no me sirve”. Estos y muchos más son los dolores y sufrimientos, que tienen muchas familias Colombianas hoy en día, dolores sin solución desde ese 7 de noviembre de 1985.

Es difícil comprender los sucesos del 6 y 7 de noviembre, ya que muchos más problemas vinieron después, a causa de este suceso, problemas que hoy, más de 30 años después, siguen sin respuesta.

En ese año la guerrilla del M-19 y el gobierno empezaban las negociaciones de paz en el país, uno de los puntos ya firmados era el cese bilateral del fuego. Desde agosto el M-19 empezó a quejarse de que el gobierno y el ejército habían violado este punto del acuerdo, lo que el gobierno rotundamente negaba, algunos dicen que fue por esto que el M-19 empezó a planificar el ataque al Palacio de Justicia, otros dicen que fue un pacto hecho con Pablo Escobar, y aunque las causas no son realmente claras, todo esto nos llevó al 6 de noviembre del 85”, la toma del Palacio de Justicia.

Era un día como cualquier otro a las 11:00 AM, los magistrados estaban en juntas,  y los ministros en sus oficinas, pero a las 11:30 un tiroteo los dispersó a todos, más de cinco guerrilleros del M-19. Habían irrumpido en el Palacio en medio de disparos y gritos, querían la atención del presidente para un juicio público, donde él los escuchara y confesara que había violado el acuerdo.

“Me acuerdo que empezaron a agarrar a cualquiera como rehén, mientras los demás se escondían y salíamos corriendo” me dijo Estefanía Villa una empleada de la cafetería. Algunas horas después cuando el M-19 ya tenía el control total del Palacio, el ejército llegó dispuesto a retomar el control del Palacio a cualquier precio. “Desde ese punto, ya no hubo retorno” afirmó Víctor Cañas un empleado de servicios varios que, afortunadamente logró escapar del Palacio.

Muchos magistrados insistían el cese al fuego por parte del ejército, ya que temían por sus compañeros que estaban dentro como rehenes, pero el ejército siguió Atacando, no fue sino hasta el día siguiente cuando el presidente Betancur se decidió por hablar que paró el fuego, pero ya era muy tarde. “Había miles de personas desaparecidas, la gente aseguraba que las había visto salir bien del Palacio, pero donde estaban?” “Lo único que quedaban eran los escombros y tristezas en el parque de Bolívar”, ”Nosotros mismos convertimos nuestro paraís en un infierno” afirman testigos de los cuales prefiero mantener su identidad en secreto.

98 muertos, entre magistrados y trabajadores nos costaron esas 28 infernales horas de combate. “Yo estoy  segura de que el ejército desapareció a mi marido, porque yo misma lo vi salir con vida, hoy en día ya no se puede confiar ni en ellos, porque en el fondo, son igual de asesinos que cualquier guerrillero”. Esto me lo dijo Estela Aguilar, cuyo esposo como muchos otros fue desaparecido por el ejército, para que no hubiese ningún testigo, del garrafal error que habían cometido ese día.

“Hoy 23 de febrero de 2017, no tengo seguridad de saber quién fue el héroe o el asesino de ese día, ya que me di cuenta de que toda la gente es capaz de hacer los mejores actos, hasta los más crudos y horribles, pero en sí, los que la gente nunca olvida, no se olvida algo que nos dio mucha felicidad, no se olvida algo que nos hizo reír y pensar que todo siempre iba a estar bien, pero tampoco se olvida, cuando repentinamente te arrebatan toda esa felicidad, todo ese conjunto de cosas que significaban tanto para ti, porque no se olvida, cuando te quitan una parte de ti sin avisar, como en esta ocasión” me dijo Victoria Rosas, que gracias a esto creció sin saber del paradero de su mamá. “Esto pudo haber sido totalmente evitable, pero qué hicimos? Pasarlo de largo como muchas cosas en este país, fue la mezcla perfecta para un resultado de odio, desconfianza, tristeza e incertidumbre” “Es que acaso todas las buenas intensiones como negociar tienen que venir acompañadas de armas en este país? Pudimos haber hecho algo mucho mejor”. Testigos anónimos.

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