Elucubraciones sobre la inutilidad del oro
ELUCUBRACIONES
SOBRE LA INUTILIDAD DEL ORO
Oscar Jaime Restrepo Baena
Facultad de Minas. Universidad Nacional de Colombia
En
los últimos días han proliferado las opiniones respecto a la extracción de oro
en Colombia, en parte motivadas por los resultados de la consulta realizada en
el municipio de Cajamarca, Tolima. Y entre todos esos textos que llenan el
espacio en los medios, hay dos que me han llamado la atención, no solamente por
la manera en la que se acercan al tema, sino también por las afirmaciones que
en ellos se hacen.
El
primero de los artículos me lo envió el Obispo de Jericó, Antioquia, Monseñor
Noel Londoño, a quien había invitado la semana anterior a visitar la Facultad
de Minas, y lo firma Héctor Abad Faciolince, uno de mis escritores preferidos y
por qué no decirlo, el más importante del país. Héctor Abad firma su columna
como “El oro o el paraíso” y además de plantear la falsa disyuntiva entre
paisaje y minería, afirma que el oro es un metal inútil.
Más
radical en sus afirmaciones resultó la columnista de la revista Semana
Sostenible Carolina García, quien se pregunta igualmente “¿Para qué sirve
el oro? La respuesta es cruda: para casi nada. Es un metal inútil.” La misma
afirmación de nuestro prestigioso escritor. La columnista de Semana se tomó el
trabajo de discriminar la producción porcentual del metal y de mostrar lo
absurdo que son nuestros comportamientos y creencias, lo tontos que hemos sido
a través de la historia de la humanidad al creer que el metal dorado “tiene un
valor especial”
Ante
estas afirmaciones, las cuales también me había expresado personalmente
Monseñor Noel, me vinieron a la cabeza un montón de imágenes y preguntas
respecto al oro. Si es un metal inútil, entonces, ¿por qué a los deportistas
cuando ganan una competencia les dan una medalla de oro? O ¿por qué mis padres
celebraron sus bodas de oro de matrimonio? O ¿por qué los antiguos alquimistas
buscaban la Piedra Filosofal, aquel artilugio que todo lo que tocaba lo
convertía en oro? O ¿por qué para indígenas aborígenes de América ese metal
inútil era tan importante? ¿Será entonces que nuestros antepasados Muiscas eran
unos tontos que hacían ofrendas a sus dioses vistiendo a su jefe de oro para
que se zambullera en la Laguna de Guatavita? ¿Han perdido absurdamente su tiempo
todos los pueblos antiguos y modernos a lo largo de la historia de la humanidad
buscando el oro en la naturaleza? ¿Han estado siempre equivocados?
Me
temo que con el oro hay algo más que tontería, hay algo diferente a la “lo
útil” que reclama con deliciosa prosa Héctor Abad y con agresividad la
columnista de Semana, hay tal vez un montón de simbolismo y ritualidad que
nuestro concepto práctico de la existencia no nos permite ver. Tiene que haber
un significado que explique el porqué hoy en día se producen cerca de 3000
toneladas anuales de oro en el mundo. No creo que el absurdo nos siga dominado.
¿Qué
es lo que hace atractivo el oro? ¿Tal vez su inutilidad química? Y con
inutilidad me refiero a que se trata de un metal que no reacciona con otros. El
que sea inerte implica que se puede crear una Balsa Muisca con él y confiar en
que mil años más tarde puede contemplarse en el Museo del Oro en Bogotá casi
que tal como la elaboraron sus creadores.
¿Será
que el oro es una alegoría a la incorruptibilidad, aquello que tanto han
buscado las religiones a lo largo de la historia? ¿Tiene algún valor el color
dorado que lo distingue?
Como
ya lo manifesté arriba, la producción anual de oro en el mundo está cercana a
las 3000 toneladas al año y de esas 60 se producen en Colombia, casi todas
ellas de manera ilegal. Sin embargo, independientemente del origen y de los
responsables de la extracción, ese metal está circulando y alguien está pagando
por él. En cifras redondas equivale a un monto cercano a los 2300 millones de
dólares al precio actual para nuestro país. El monto mundial es una cifra
astronómica, cerca de 114 mil millones de dólares. ¿Dónde está ese dinero? Pues
dinamizando la economía y creando valor. He ahí el verdadero interés del oro,
el impacto real de su extracción. El oro es un motor de la economía tal como la
entendemos en nuestra sociedad.
La
extracción de oro posibilita el crecimiento de muchos sectores de la economía y
hace que el mercado sea dinámico, ha posibilitado el desarrollo de nuestro país
y de la mayoría de las economías del mundo. La extracción minera del oro ha
facilitado encadenamientos productivos que han permitido la expansión, el
crecimiento económico y por ende la generación de valor. ¿Y de que se trata el
encadenamiento productivo?, pues que los comerciantes, fontaneros,
electricistas, mecánicos, dueños de tiendas de barrio y bares y muchas más
personas estén obteniendo su sustento de la extracción del oro. Es que no es sólo
el oro, es que toda la economía del pueblo se mueve gracias a la minería de
este.
En
Colombia el ejemplo es claro, luego de la expulsión de los españoles en 1819,
llegaron los ingleses con sus recursos, invirtieron en el país y a cambio de
ello, cobraron su deuda trayendo ingenieros de minas y geólogos con el fin de
sistematizar y rentabilizar la extracción del oro y así se dio lugar al
nacimiento y desarrollo de la agricultura como actividad económica organizada,
se potenció la siderurgia, la explotación del carbón y el desarrollo de la
infraestructura, se impulsó la industria cerámica y el comercio se consolidó
ampliamente y en consecuencia el sector bancario vio su nacimiento. Nuestra
Universidad Nacional también se fundó en aquellos días y la Escuela de Minas de
Medellín se creó en Medellín en 1887. Medellín, aquel pequeño poblado que a
principios del siglo XIX no era más que una villa alejada y pobre donde se
enviaban a morir a los reos que habían sido condenados en la ilustre Santafé de
Bogotá y que a finales del mismo siglo era ya una naciente ciudad construida en
torno a la explotación minera de sus poblados vecinos. Todo ello como
consecuencia de la explotación de oro, la cual tuvo en El Zancudo, su empresa
más emblemática en la segunda mitad del siglo XIX, con más de 2500 empleados
hacia 1890, un número que ya lo quisieran tener muchas empresas de hoy.
Si,
muy posiblemente, tal como lo afirman Abad y García, el oro es un metal inútil
que sólo sirve para ser utilizado en rayos láser para una mayor precisión en el
tratamiento de pacientes con cardiopatías o tumores, para ser usado en las
hebras de ADN para el estudio del material genético de las células y en termómetros
de precisión y en la unión de agentes químicos complejos (como proteínas) para
la creación de drogas y medicamentos de alta complejidad. En automóviles, en aviones
para enfriar sus turbinas. En la industria para detectar altas concentraciones
de monóxido de carbono u otras sustancias que contaminan el ambiente. En la
exploración espacial, por sus cualidades reflectivas, protegiendo a
astronautas, cápsulas y otros elementos del calor del sol y la radiación
infrarroja.
Tal
vez solo sirva para eso, pero al mismo tiempo, mientras se siga explotando
permitirá seguir generando esa cadena de valor que requieren las economías
modernas y que ningún otro elemento es capaz de igualarse a él. Sin embargo
entiendo que este es un concepto que no sea fácil de asimilar desde un cómodo
escritorio de una oficina de redacción de una revista o un periódico en Bogotá,
la capital de nuestro “Virreinato”, desde donde la minería es una actividad que
se realiza por allá muy lejos y que sólo afecta a quienes viven en las
provincias.
Facultad de Minas
Abril de 2017
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